Aquella fría mañana de diciembre de 1999, visité otra vez a mi viejo cuartel, al atravesar como antaño la gruesa puerta principal, flanqueada por pesado material de artillería, todavía me parecía oír las voces de mando y los taconazos de aquel joven teniente, recién graduado, que llegado de Africa intentaba hacer méritos en el patio de armas, ahora desierto, descascarillado y cubierto por los matojos, haciendo evolucionar a dos baterías de neófitos reclutas artilleros.
Crucé el ahora vacío cuerpo de guardia, con emoción, respeto y una cierta nostalgia, mirando detenidamente aquellas dependencias ahora decrépitas y antes llenas de bullicio militar, radares y piezas antiaéreas, Una extraña sensación desgarradora, de algo que ha quedado irremisiblemente atrás, recorrió mi ser y no pude menos que expresar en voz alta:
Las cosas... ¡¡ ya no son lo que eran !! ...
Quedé pensativo... cuando el eco, ronco y roto del desvencijado y viejo cuartel, rompiendo inesperadamente el silencio, me contestó:
¡ Las cosas nunca fueron lo que eran.!
©
Copy Right